viernes, 30 de marzo de 2007

Consumo Jengibre reduce el cancel

También son eficaces el chile y las verduras crucíferas
EL JENGIBRE INDUCE LA MUERTE DE LAS CÉLULAS CANCEROSAS

El jengibre induce la muerte de las células cancerosas tanto mediante apoptosis -o suicidio celular- como por autofagia -se consumen o atacan a sí mismas destruyendo el material citoplasmático-.

Así lo acaba de constatar "in vitro" un grupo de investigadores de la Universidad de Michigan (EEUU). Y no sólo eso: evita que las células se vuelvan resistentes a la quimioterapia. Investigaciones anteriores ya habían demostrado que puede evitar el crecimiento de células cancerígenas pero se achacaba a sus propiedades antiinflamatorias.

Añadiremos que también el chile ha demostrado eficacia para combatir el cáncer de páncreas y que las verduras crucíferas -como la coliflor o las coles de Bruselas- lo han hecho en casos de cáncer colorrectal y pulmón. Una vez más se demuestra que Hipócrates tenía razón.

Si en nuestro número anterior explicábamos las enormes posibilidades de los ácidos grasos omega 3 en la lucha contra el cáncer en éste vamos a examinar el potencial que la investigación base -aquella que principalmente funciona con fondos públicos- está descubriendo en algunos productos vegetales de nuestra dieta para prevenirlo y combatirlo. Y esta vez las buenas noticias nos hablan de las posibilidades anticancerígenas del jengibre -raíz usada como especia en las comidas y conocida desde hace milenios por sus posibilidades culinarias y medicinales-, del chile y de verduras crucíferas como la coliflor y el brócoli.

Claro que a pesar del optimismo que puedan despertar estas investigaciones -que no hacen sino confirmar que los alimentos deberían ser nuestros primeros "medicamentos"- la esperanza de verlas integradas entre las terapias oncológicas se trunca siempre en el camino que conduce desde los primeros estudios hasta su exigida formulación como medicamento.

Por eso se vuelve aún más necesario conocer los resultados de los trabajos efectuados sobre ellos antes de que el silencio acabe por sepultarlos.
No hay más que comparar el número de ensayos clínicos en fases II y III de moléculas patentadas comercialmente con el de ensayos realizados con alimentos, plantas o sustancias naturales no patentables para darse cuenta de lo difícil que será con el actual sistema de verificación su reconocimiento como elemento básico en un tratamiento oncológico.

Y no por falta de eficacia -claramente constatada "in vitro" y en experimentación animal- sino por la carencia de los fondos necesarios para demostrar también esa eficacia en humanos.
Obviamente sí se experimenta con los ingredientes activos que hay en esa planta, alimento o sustancia natural porque esos sí pueden patentarse lo que ocurre es que normalmente la eficacia del alimento o planta se debe a la sinergia de todos sus componentes.

Con lo que hoy asistimos impotentes al hecho de que los grandes laboratorios prefieren patentar uno solo de los principios activos de esa planta o alimento aunque sean conscientes de que su eficacia es mucho menor que la del producto natural entero. No pretenden, en suma, buscar y dar a conocer lo que funciona sino sólo lo que funciona... y es patentable. Aunque sea de mucho menor utilidad terapéutica.

Bueno, los grandes laboratorios farmacéuticos también tienen otra opción: comprar la mayor parte o toda la cosecha de ese producto a nivel mundial. Como se ha hecho con el anís estrellado utilizado para fabricar el famoso antiviral para la gripe aviaria: el Tamiflu.

En suma, ninguna empresa farmacéutica va a invertir los casi 800 millones de dólares que se dice cuesta convertir en fármaco una molécula cualquiera para demostrar que el jengibre, el chile o las coles son excelentes antitumorales porque no son patentables. Y sin patentes no hay beneficios. Evidentemente esa investigación podrían pagarla los estados pero quienes pueden decidir tal cosa no osan enfrentarse a las multinacionales farmacéuticas. A fin de cuentas los ministerios de Sanidad de todo el mundo están controlados o fuertemente mediatizados por la gran industria del medicamento.

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